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De Buenos Aires a Tel Aviv: Trump busca recuperar el control

Los más recientes desarrollos en Argentina, Bolivia, Brasil, Israel y Paraguay están entrelazados por una lucha por el poder dentro del Imperio que se va a agudizar en los próximos meses

por Eduardo J. Vior

Eduardo J. Vior

Son demasiadas coincidencias, como para que el analista internacional no mire atentamente. Las derivaciones del “caso D’Alessio en Argentina, el pedido brasileño de extradición del ex presidente paraguayo Horacio Cartes en una causa conexa con el Lava Jato, la vuelta de la DEA a Bolivia y el procesamiento del primer ministro israelí Benyamin Netanyahu por corrupción atruenan por su conexión.

La causa que se sigue en Dolores a Marcelo D’Alessio por espionaje contra empresarios y políticos tuvo la semana pasada un giro, cuando el imputado pidió ser reconocido como “arrepentido” y el canal de noticias C5N mostró el pasado viernes 22 un diálogo por WhatsApp que evidencia que el editor de Política de Clarín, Ricardo Roa, apañaba ya a mediados de 2018 las maniobras del espía, para quebrar una empresa petrolera en Santa Cruz. Lo curioso de la denuncia es que se haya producido ahora, cuando el sitio web El Destape ya la había publicado en abril pasado. Entonces trascendió también que el ex agente de la AFI Hugo Rolando “Rolo” Barreiro en su declaración en Dolores había identificado como miembros del servicio de inteligencia israelí a algunos participantes en reuniones celebradas en 2017 en el Senado.

Para completar el desnudamiento repentino de la trama sionista en Argentina, en los últimos días se hizo pública la declaración que el pasado 11 de septiembre diera ante Ramos Padilla Dov Kilinsky. Se trata de un empresario israelí, representante de firmas proveedoras de equipos de seguridad e inteligencia, que estuvo relacionado con Marcelo D’Alessio y participó en la más arriba mencionada reunión en el despacho del senador correntino Carlos “Camau” Espínola. Muchos de los equipos que promociona Kilinsky sólo los pueden comprar organismos de seguridad e inteligencia y su venta requiere la autorización del Ministerio de Defensa israelí. En la declaración de Kilinsky quedó claro que él y D’Alessio conocen bien a Mario Montoto, el presidente de la Cámara de Comercio Argentino Israelí a la que Kilinksy pertenece. Curiosamente, en su declaración en Dolores Kilinsky mencionó como contacto con D’Alessio a Dan Alterson, sobre quien no se sabe nada.

Entre tanto, en las vísperas del ascenso al gobierno del Frente de Todos, se multiplican las operaciones de inteligencia y las señales provocativas. El anuncio del presidente de que la ministra de Seguridad Patricia Bullrich sería la próxima presidente del PRO no sólo se adelanta al intento de sus competidores internos por conducir el partido conservador, sino que avisa que la Gendarmería, y con ella la Mossad, conducirán a la oposición.

Según el portal Infobae (de Daniel Haddad y Mario Montoto) del 22-11-19, “Alberto Fernández comunicó a la embajadora de Israel que analiza derogar el decreto que declaró a Hezbollah como agrupación terrorista. Fue durante la reunión que el presidente electo mantuvo con Galit Ronen hace diez días en su oficina de Puerto Madero.” Conociendo su prudencia y astucia, es sumamente dudoso que Alberto Fernández haya adelantado ante una interlocutora tan peligrosa una jugada internacional de estas dimensiones. Lo más probable es que el trascendido sea parte de la presión israelí, para arrancar concesiones al futuro presidente.

Todas las huellas de esta mafia llevan hacia las Tres Fronteras entre Argentina, Brasil y Paraguay. En julio de 2018 se vendió el Shopping de Puerto Iguazú, en el corazón de la zona. Se estima que el precio pagado estuvo por encima de los 10 millones de dólares. Lo más interesante del centro comercial es que desde Brasil se accede a él antes de pasar por la aduana argentina. O sea, que allí es posible comprar cualquier producto, cruzar el puente binacional e ingresarlo al país vecino evadiendo la aduana, que recién está a 2 km más atrás del límite. En la compra participaron el ingeniero Carlos De La Fuente (propietario del edificio Terrazas del Puerto de Posadas) y dos socios porteños: Néstor Ceida y Mario Montoto.

Como un rayo caído del cielo, mediante el “Operativo Patrón” (nomen is omen) la Justicia brasileña ordenó el pasado martes 19 de noviembre la captura del ex presidente paraguayo Horacio Cartes por su presunta vinculación con una red internacional de lavado de dinero comandada por el cambista brasileño Dario Messer que blanqueó cerca de 1.600 millones de dólares. Como la economía brasileña no está dolarizada, los cambistas tienen allí un papel excepcional en el lavado de capitales. Al mismo tiempo la Policía Federal brasileña detuvo en São Paulo al cambista («doleiro») Nazun Azario Flato Turner y realizó allanamientos en Rio de Janeiro y Ponta Porá, en la frontera del Estado de Mato Grosso do Sul con Paraguay. El nombre del operativo se debió a que Dario Messer se refería a su amigo Cartes como el «patrón». A Messer se lo conoce como el «doleiro de los doleiros», por comandar desde Paraguay una red internacional con ramificaciones en decenas de países que lavó unos 1.600 millones de dólares. Heredero de una dinastía judeo-brasileña de cambistas de más de 100 años, en 2002 estuvo implicado en la quiebra fraudulenta de Banestado, en São Paulo y desde entonces pagó en Curitiba a un estudio de abogados, para que se asegurara de la pasividad del juez federal Sergio Moro, hoy ministro de Justicia de Brasil. Sin embargo, ya en el poder, éste parece haber cambiado de patrón.

Messer fue arrestado en julio pasado en São Paulo, luego de estar prófugo en Paraguay bajo la protección del ex presidente Cartes, que actualmente es senador vitalicio. La orden de arresto contra Cartes fue impartida por el juez federal de Rio de Janeiro Marcelo Bretas, a cargo del Lava Jato en ese estado y uno de los hombres de confianza del ministro Moro. Desde hace tres décadas el cambista en jefe viene siendo investigado por la Policía Federal brasileña por traficar a través de las fronteras grandes sumas de políticos, empresarios y criminales. Al mismo tiempo, ha sido uno de los principales lobbistas israelíes en Brasil y Paraguay y apareció varias veces en público junto al ex primer ministro israelí Benyamin Netanyahu. Era buscado por la Interpol desde mayo de 2018 por su implicación en el Lava Jato, pero también en Paraguay está imputado por lavado de dinero junto a otros implicados.

Uno de los encargados de esconder a Messer durante su fuga fue Antonio Joaquim da Mota, hacendado y empresario en la frontera entre Brasil y Paraguay, cuya familia está sospechada de complicidad con el crimen organizado en la frontera entre Mato Grosso do Sul y Paraguay, sobre el Alto Paraná. La pista hacia Mota la dio un contrato privado entre una empresa suya y Sérgio de Arruda Quintaliano, uno de los líderes del PCC (Primer Comando de la Capital, la gigantesca organización criminal con centro en São Paulo), que los investigadores encontraron en la computadora de la mujer del traficante.

En este contexto, también el golpe en Bolivia contra el presidente Evo Morales forma parte de este plan (¿de Trump?, ¿del Comando Sur?) para eliminar competencias en el mercado internacional de la droga. La reciente decisión del autoproclamado gobierno interino boliviano de restablecer la cooperación con la DEA libera nuevamente el tráfico a través de la frontera con Brasil y devuelve a EE.UU. el control de la producción boliviana de coca. Coincidentemente, Sergio Moro anunció el sábado 23 que Arturo Murillo, ministro del Interior del gobierno golpista boliviano, informó que extraditará a narcotraficantes brasileños hacia Brasil. Serán muy bienvenidos en los presidios federales de máxima seguridad, donde se reunirán con sus jefes y harán más sencilla la planificación de las operaciones. Esta decisión es parte del cumplimiento del pacto que el gobierno brasileño evidentemente hizo a principios de 2019 con el PCC, para que “pacifique” Brasil, a cambio de dejarlo traficar tranquilo. Parece que el PCC pagó por adelantado, porque durante 2019 el número de homicidios en Brasil disminuyó en 7.000.

La ofensiva norteamericana para la reconquista del mercado de la droga se realiza también en Israel. Después de que el jueves 21 el fiscal general imputara por corrupción al primer ministro Benyamin Netanyahu, el domingo el diputado de Likud Gideon Sa’ar, pidió formalmente al Comité Central partidario la realización inmediata de elecciones primarias. Israel atravesó este año ya dos elecciones parlamentarias (en abril y septiembre pasados) que no arrojaron mayorías claras y, si nadie logra formar un gobierno con suficiente apoyo parlamentario, en 14 días el presidente convocará a una inédita tercera elección en menos de un año. Para evitar este extremo, el desafiante del primer ministro quiere que se adelante la interna, ganarla y formar un gobierno con mayoría dentro del plazo estipulado. El liderazgo partidario aceptó llamar a los afiliados a las urnas, pero recién en seis semanas, por lo que el conflicto dentro del partido conservador probablemente escale.

Este político israelí, con formación en la inteligencia militar y origen argentino por su padre, adhiere a la propuesta de Donald Trump para formar una confederación jordano-palestina en lugar de la inviable solución de “dos estados”. Todo parece indicar que, ante la desestabilización permanente del Medio Oriente por la política guerrerista de Netanyahu y su necesidad de financiarse recurriendo al tráfico internacional de drogas y armas, el presidente norteamericano optó por una solución realista y sacrifica al primer ministro. De paso, neutraliza los efectos del tráfico internacional de drogas y armas sobre la política regional.

El significado de la coincidencia entre las revelaciones de la intromisión israelí en la política argentina, la reconquista de Bolivia por la DEA, los allanamientos en Brasil, el pedido de extradición contra Horacio Cartes y, finalmente, el procesamiento de Benyamin Netanyahu fortalece la hipótesis de que el presidente Trump está tratando de recuperar el control de las regiones bajo su hegemonía y regular los lazos entre el “Estado profundo” y el crimen transnacional organizado. Aunque el presidente norteamericano y sus generales disienten bastante, por ahora están coincidiendo en América del Sur y Medio Oriente. No obstante, EE.UU. ya no está en condiciones de operar durante largo tiempo en muchos frentes a la vez. El riesgo es grande de que la ofensiva se desinfle pronto o de que en algún teatro de operaciones la superpotencia cometa un error que sus adversarios aprovechen. La Historia ha echado a correr, pero nadie sabe para dónde va.

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