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Con sus sanciones EE.UU. da más poder a China

Mientras que en su discurso en la ONU Trump amenazó a Xi con más castigos, en su reciente Libro Blanco Beijing ratifica sus propuestas de compromiso

por Eduardo J. Vior

Eduardo J. Vior

En el documento de principios publicado el pasado lunes 24 la República Popular reiteró su peculiar adhesión al multilateralismo, su oferta de acuerdo y su voluntad de alcanzar entendimientos mutuamente ventajosos. Por el contrario, en su discurso ante la Asamblea General de la ONU, el pasado martes 25, Donald Trump acusó a China de prácticas comerciales “abusivas”. El conflicto comercial entre ambos gigantes se agudiza y es difícil que sea resuelto antes de la planeada reunión cumbre entre ambos presidentes el próximo 30 de noviembre en Buenos Aires.

«Muchas naciones de esta sala estarán de acuerdo en que el sistema comercial mundial necesita un cambio con urgencia», ha insistido Trump el martes en Nueva York, criticando en particular las políticas comerciales de China. Así, aunque el líder estadounidense ha asegurado que tiene «mucho respeto y cariño» a su «amigo» el presidente de China, Xi Jinping, ha afirmado que el desequilibrio comercial entre sus países «no es aceptable».

Un día antes, el 24 de septiembre, China publicó un Libro Blanco (documento de principio sobre política internacional) sobre sus relaciones económicas y comerciales con EE.UU. en el que defiende su posición en el conflicto comercial que confronta a ambos países y propone soluciones mutuamente ventajosas.

El documento, de 36 mil caracteres chinos, incluye seis partes: la cooperación económica y comercial beneficiosa para ambos países, los datos duros de dichas relaciones, las prácticas protecionistas de Washington, su hegemonismo comercial, los perjuicios que tal conducta acarrea a la economía global y, finalmente, la posición de Beijing.

Según el Libro Blanco, China es el mayor país en desarrollo del mundo y EE.UU. el mayor país desarrollado. Por consiguiente, sigue, «las relaciones comerciales y económicas entre ambos son determinantes para el desarrollo de la economía mundial.» Como los dos países están en diferentes estadios de desarrollo –continúa el documento-, es natural que tengan algunas disputas. «Sin embargo, sostiene, la clave reside en aumentar la confianza recíproca, promover la cooperación y saber encarar las diferencias.» Para ello, se afirma, en los últimos 40 años ambos estados hicieron enormes esfuerzos, para impulsar sus relaciones y superar los obstáculos.

Sin embargo, al proclamar la consigna de “America first!”, el gobierno norteamericano que asumió en enero de 2017 ha abandonado las normas fundamentales que deben orientar las relaciones internacionales, dice la publicación.

«Además, acusa, la parte norteamericana pregona el unilateralismo, el proteccionismo y la hegemonía, haciendo acusaciones falsas contra países y regiones, particularmente contra China, a la que intenta imponer sus intereses mediante una presión extrema.»

El Libro Blanco enfatiza que China responde desde la perspectiva de los intereses comunes de ambas partes, así como pensando en el necesario orden del comercio mundial, observando el principio de resolver las disputas a través del diálogo y respondiendo a las preocupaciones de los Estados Unidos con paciencia y buena fe.

No obstante, finaliza el documento, «como resultado de los actos unilaterales y las provocaciones estadounidenses, la fricción entre los dos lados se agravó, causando daños serios a las relaciones entre ambos países y representando una amenaza grave para el comercio mundial.»

Al desencadenar la guerra comercial, Donald Trump aplicó su conocida táctica de amedrentar a su adversario, para obligarlo a negociar bajo sus condiciones. Sin embargo, más allá de que la República Popular no se deja asustar fácilmente, el gobierno norteamericano no ha contado con el efecto adverso que sus bravuconadas pueden tener sobre la clase media china.

El surgimiento en los últimos 40 años de una clase media, hoy estimada en unos 400 millones de personas, es uno de los mayores logros de la política de reformas del Partido Comunista Chino (PCCh). El sostenimiento y la ampliación de esta capa social, incorporándole nuevas camadas provenientes de las clases trabajadoras, es uno de sus objetivos estratégicos centrales.

Debido, entre otros factores, a las sanciones comerciales norteamericanas, las acciones de las empresas chinas han perdido desde enero pasado el 24% de su valor y el yuan se ha devaluado en 10% desde las primeras medidas de Trump en abril pasado. También se está extendiendo el miedo a que eventuales movimientos bruscos de capitales desinflen la burbuja inmobiliaria en las grandes metrópolis y afecten incluso a ciudades menores.

Durante la primera presidencia de Xi Jinping (2012-17) su lucha contra la corrupción, su política medioambiental y la reforma de las fuerzas armadas le habían ganado muchas simpatías, pero en años recientes el ralentamiento del crecimiento económico, denuncias de corrupción, la degradación ambiental y escándalos por la falta de controles de medicamentos y alimentos habían provocado un creciente descontento de la clase media. Asimismo, la decisión del 19º Congreso del PCCh, en octubre pasado, de permitir la reelección ilimitada del presidente le había alienado la simpatía de estos sectores.

Por el contrario, las recientes sanciones norteamericanas han despertado en la población el miedo a la intromisión extranjera, una sensación dolorosamente vivaz en un pueblo que recuerda con horror el colonialismo extranjero entre 1842 y 1949. También, la reciente aprobación en el Congreso norteamericano de una ley que vuelve a normalizar las visitas oficiales entre EE.UU. y Taiwán, avivó el miedo generalizado a una agresión extranjera.

Para contrarrestar las sanciones económicas, el gobierno ha tomado medidas vigorosas para activar el consumo interno, ha dispuesto nuevos mecanismos de crédito a las pymes e incrementado las importaciones. También está intensificando la cooperación con Rusia, Canadá, Japón y la Unión Europea, entre otros.

Muchos chinos están vivamente convencidos de que la desaparición de la Unión Soviética en 1991 y la parálisis de la economía japonesa entre 1990 y 2010 se debieron a la intromisión estadounidense. Que teman maniobras similares contra China es absolutamente comprensible. La incapacidad norteamericana para avizorar la reacción nacionalista que sus medidas pueden provocar da al gobierno chino la carta de triunfo.

El próximo 30 de noviembre Xi Jinping y Donald Trump se reunirán en Buenos Aires, 24 días después de las elecciones de medio término en Estados Unidos. No es de esperar que antes del comicio tome ninguna decisión trascendente en política económica y después el plazo será muy breve, para llegar a un acuerdo duradero. Hay demasiadas variables en juego que no permiten prever cómo se repartirán después las áreas de influencia entre las dos capitales. Más vale ser prudente y no apresurarse.

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