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No por mucho madrugar amanece más temprano

Ante la recuperación china, varios líderes occidentales se apresuran a reactivar sus economías, pero nadie sabe cuándo terminará la pandemia ni qué alcance tendrá

por Eduardo J. Vior

Eduardo J. Vior

¿Fanfarronería o realidad? Ver en las fotos del martes 21 al presidente Xi Jinping sin barbijo durante su visita a Laoji, al norte de la histórica ciudad de Xian, da envidia. Salones de tatuaje y peluquerías en Copenhague, playas en Australia, librerías en Alemania: varios países que han visto descender las tasas de infección por COVID19 van aligerando las restricciones de circulación. No obstante, el espectáculo de la fastuosa celebración de la Pascua ortodoxa sin fieles en la moscovita Catedral de Cristo Salvador fue este domingo un llamado a la realidad. La pandemia está lejos de terminar y las especulaciones políticas y económicas sobre lo que pueda suceder después deben hacerse en el modo subjuntivo que en castellano expresa aquello que sucede entre la irrealidad y la posibilidad.

Cuando el mercado estaba en pleno pánico por el derrumbe de los precios del petróleo, el presidente Donald Trump apostó fuerte asegurando un fuerte respaldo al sector. Al igual que con su mediación entre Rusia y Arabia Saudita que posibilitó el acuerdo de la OPEP, ahora prometió la compra de 75 millones de barriles hasta llenar las reservas estratégicas de Estados Unidos. «Es un buen momento para comprar petróleo y nos gustaría que el Congreso lo apruebe en lugar de almacenarlo para las grandes empresas», afirmó el lunes 20 en rueda de prensa. El comunicado llevó cierta calma y los precios del WTI -el valor de referencia para el mercado estadounidense- repuntaron más de un 100% para salir de niveles negativos. El problema con el vencimiento de los contratos de futuros de mayo fue que, al estar saturada la capacidad de almacenamiento por el excedente de producción que trajo el parate económico agudizado por el coronavirus, los traders no sabían dónde poner el crudo que recibirían y prefirieron no vender.

No obstante, la situación está lejos de normalizarse. El Brent, el mercado de referencia a nivel mundial, que no tiene esta cláusula de entrega física, también se contraía un 26% este martes para llegar a los 18,7 dólares, el menor nivel desde el año 2001.

Presionado para mostrarse activo, el presidente anunció entonces vía Twitter el envío de fondos para proteger al sector. «Nunca dejaremos sola a la gran industria del petróleo y el gas de los Estados Unidos. He instruido a la secretaría de Energía y a la secretaría del Tesoro a formular un plan que ponga a disposición fondos para que estas importantes empresas y empleos estén asegurados en el futuro», dijo. Entre tanto, el Congreso alcanzó el martes un acuerdo bipartidario, para subsidiar a las pymes por un total de 500 mil millones de dólares, así como incrementar el apoyo a hospitales y multiplicar los testeos.

No obstante, al mismo tiempo Donald Trump continuó alentando las protestas contra las restricciones a la circulación. Los manifestantes ocuparon las calles en Michigan, Ohio y Virginia reclamando que el aislamiento está destruyendo sus economías y pisoteando sus derechos. Desafiando la distancia social obligatoria y en muchos casos sin tapabocas, los críticos cuestionaron severamente a sus gobernadores y exigieron que el gobierno federal eche al Dr. Anthony Fauci, cabeza de la comisión consultiva asesora sobre el coronavirus quien el mismo lunes advirtió que “a menos que controlemos el virus, no va a haber recuperación económica”.

Aunque Trump y otros miembros de su gobierno afirman que algunas partes del país están en condiciones de retomar progresivamente sus actividades, muchos gobernadores sostienen que, ante la carencia de tests suficientes, sería prematuro reabrir sus economías.

En principio, en la mayoría de los países predomina la idea de ir flexibilizando el aislamiento, pero manteniendo la distancia social. Según la Johns Hopkins University de Baltimore, más de 2,5 millones de personas se han infectado en el mundo y 171.000 han muerto. Cerca de un cuarto de los fallecimientos (más de 42.300) se han producido en Estados Unidos.

Nadie puede prever todavía a ciencia cierta qué consecuencias económicas va a tener la paralización actual. Las más importantes bolsas han sufrido severas pérdidas. Los inversores temen que la continuidad y difusión de la pandemia destruya las mayores economías del globo y que los gobiernos no sean capaces de detener la crisis. Este reflejo de pánico está induciendo a los bancos centrales al accionismo. La extremada baja en el precio del petróleo agrega nerviosismo. Faltos de recetas que no estén en los manuales del neoliberalismo, la mayoría de los bancos centrales sólo han atinado a bajar las tasas de interés hasta cero. Supuestamente, el abaratamiento del precio del dinero debería hacer más fácil tomar créditos, para impulsar la demanda. Sin embargo, algunos analistas advierten que esta inyección de dinero podría alentar la volatilidad de las inversiones especulativas, ya que, si no hay demanda, carece de sentido poner el dinero en la producción. Hacer negocios con el dinero que se recibió prestado sin costo alguno es mucho más redituable que arriesgarse en un negocio productivo.

Tampoco está claro cómo se reconstruirán las cadenas productivas rotas por la pandemia. Investigaciones norteamericanas dan cuenta de que la agudización de las tensiones entre ambas potencias y el temor estadounidense a que la economía de la potencia asiática se dispare en la segunda mitad del año están impulsando a sus empresas a desplazar sus órdenes de producción de China hacia otros países. De hecho, las últimas evaluaciones indican que el PBI de la República Popular crecería en 2020 un 3,5%, mientras que el de EE.UU. descendería cerca del 5%.

Todavía es demasiado temprano para hacer previsiones precisas. La pandemia aún no ha alcanzado su pico en Estados Unidos, Rusia ni en el Reino Unido, de manera que es imposible saber, primero, cuánto tiempo más sus gobiernos deban reducir la circulación de personas y bienes. Esto implica, además, que aún es imposible predecir las direcciones de irradiación de los contagios desde esos países al resto del mundo. La pandemia es mundial y nadie puede salvarse solo. Es lógica la impaciencia de banqueros y prestamistas que no quieren ver su dinero inmóvil, pero, como dice el refrán alemán, “la prudencia es la madre de la porcelana”.

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