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Los lanzallamas del periodismo (A la memoria de Piglia, Arlt y Walsh)

Alma Rodriguez

Roberto Arlt y Rodolfo Walsh son dos iconos de la relación entre literatura y periodismo y resultan fundamentales a la hora de pensar este vínculo. 

Por Alma Rodríguez

En “Escenas de la novela argentina”, una de sus clases magistrales, Ricardo Piglia analiza la obra de ambos para llegar a una conclusión acerca de por qué el periodismo se vuelve reduccionista y simplificador al momento de dar cuenta de los hechos de la realidad.

Piglia menciona, en primer lugar, el final de Los lanzallamas, la novela de Arlt publicada en 1931 que, en realidad, constituye el final de Los siete locos, ya que es su continuación. El final de la novela transcurre en la redacción de un diario donde se informa sobre el suicidio de Erdosain y donde se ve con claridad la manipulación periodística así como la tensión entre novela y periodismo: simultáneamente en los subsuelos de todos los diarios de la ciudad se está cerrando la edición de la medianoche.

En un rincón repiquetea débilmente la campanilla del teléfono. Rápidamente el secretario de redacción se acerca, se pega al teléfono y dice:“ ¿Eh? ¿Se mató Erdosain? Paren las máquinas. ”Se acerca rápidamente al secretario del taller y escribe en un trozo de papel cualquiera: “Se suicidó el feroz asesino Erdosain, cómplice del agitador y falsificador Alberto Lezin alias el astrólogo”. Luego, le alcanza el título a un chico diciéndole: “En primera página, todo lo ancho”.

De esta manera puede verse no sólo cómo se caracteriza y cristaliza al personaje de Los siete locos sino el modo en que el periodismo reduce toda la complejidad que venía desarrollándose a lo largo de la historia con sentidos múltiples surgidos de un relato complejo a algo que se expresa en estereotipos y simplificación. Erdosain, sabemos, trata, a lo largo de la historia, de hacer conocer su versión de los hechos más allá de la visión que el periodismo impone.

A diferencia de Roberto Arlt, en Walsh, esa relación también aparece, pero de manera inversa, dice Piglia: Walsh parte de la noticia de un fusilamiento, parte de lo que parece un título como es “Un fusilado que vive” para reconstruir la experiencia. Lo extraordinario de ese libro, Operación masacre, es la reconstrucción de esa experiencia y el sentimiento que esa experiencia produce y cómo Walsh, desde su lugar de periodista comprometido, se hace cargo de los que vivieron esa experiencia. Acá vuelve a aparecer la tensión entre la experiencia y la versión estereotipada de la información periodística.

En el caso de Walsh, ningún diario de los llamados importantes quiso publicar las conclusiones de la investigación de Operación masacre. Ningún diario asistió a la conferencia de prensa en que Walsh presentó las conclusiones de dicha investigación. El propio Walsh trabajó en medios que no estaban entre los importantes de ese momento y los resultados de su investigación terminaron publicándose en un diario de circulación menor.

Es de esperar que el periodismo nos presente la realidad bajo una forma ya juzgada. Sin embargo (y sobre este “sin embargo” hay que detenerse) una cosa es presentar los hechos de una determinada manera, juzgados a partir del cristal con que se miren, y otra, muy distinta, es la invención de hechos que no ocurrieron, lo que actualmente conocemos como “fake news”. 

Durante las últimas semanas, circularon varias noticias inventadas, dadas luego a conocer desde medios de gran alcance, los llamados “medios hegemónicos”. La capacidad de invención de estos actores que responden a intereses económicos y financieros de grupos que ya no poseen el poder político es sumamente peligrosa debido al alcance que tienen a partir de los medios que detentan. La astucia de estos hábiles operadores pasa por montar la escena de manera tal que genere un efecto de credibilidad imparable. Por eso son “operadores”, no escritores ni periodistas.

Una de las cosas que caracteriza a la literatura es que, al leerla, sabemos que se trata de una ficción (como cuando alguien va al teatro y sabe que eso que está ocurriendo en el escenario no es real, sino una representación de otra cosa). Entonces, mejor sería dejar en manos de escritores la ficción y en manos de periodistas la investigación y la construcción discursiva de la realidad.

”Solo los ricos pueden sobrevivir siendo inexpertos”, decía Brecht. Evidentemente, contar con los medios de producción, un poco de imaginación de la mediocre y algunos servidores dispuestos a ponerla en marcha puede ser suficiente para alimentar la falsa conciencia y jugar con la vida en un contexto en el que la muerte acecha pero en el que, por suerte, la salud y la ciencia volvieron a estar en manos del Estado.

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