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La elite británica juega a la ruleta rusa

Después de que Theresa May logró derrotar la moción de censura de los laboristas, el establishment prefiere un Brexit caótico a elecciones anticipadas

por Eduardo J. Vior

Eduardo J. Vior

El pasado miércoles 16 la primera ministra británica, Theresa May, superó por 19 votos la moción de confianza que presentó la oposición en el Parlamento británico tras el rechazo del martes al acuerdo sobre el Brexit firmado en diciembre pasado con la Unión Europea (UE). Aunque la jefa de gobierno promete seguir con el proceso de salida, viene aumentando la presión, para que el gobierno negocie con la UE una prolongación del plazo que vence el 29 de marzo y que durante ese lapso se celebre un segundo referendo. Esa presión, empero, busca también evitar que el jefe de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, llegue al gobierno en la próxima moción de censura.

May sobrevivió la moción con 325 votos a favor y 306 en contra. Los parlamentarios del Partido Conservador y los unionistas de Irlanda del Norte (DUP) la sostuvieron, mientras que la moción presentada por Corbyn fue respaldada por todos los partidos opositores, incluidos el Partido Nacional Escocés (SNP) y los demócratas liberales.

Tras conocerse los resultados, la primera ministra declaró: «La Cámara ha expresado su confianza en este gobierno». Y agregó que seguirá trabajando para cumplir «los resultados del referendo [de 2016] y abandonar la Unión Europea». May invitó a todos los partidos a celebrar reuniones individuales con ella para avanzar en el camino hacia el llamado Brexit, pero los conminó a hacerlo con «espíritu constructivo».

Antes del voto, el jefe laborista tildó de «zombi» al gabinete de Theresa May del que dijo que perdió el derecho a gobernar. Después del resultado, en tanto, señaló que, para poder mantener «debates positivos», la primera ministra debe descartar un Brexit sin acuerdo. Su partido pretende presentar futuras mociones de confianza, aunque Corbyn está bajo presión de decenas de sus propios diputados que le piden que se una a la petición de un segundo referendo.

A esta presión se sumó ayer el Partido Nacional Escocés (SNP, por su nombre en inglés), que convocó a Theresa May y Jeremy Corbyn a apoyar la realización de un segundo voto que “tiene que estar en la agenda” de las conversaciones interpartidarias sobre las condiciones de la salida a las que ha llamado la primera ministra. “Si bien el SNP está comprometido a trabajar constructivamente con la primera ministra, declaró Ian Blackford, líder del bloque parlamentario escocés en Westminster, la exclusión de una salida sin acuerdo, la prórroga del plazo de salida previsto en el art. 50 del acuerdo y la realización de una segunda votación deben figurar en la agenda de las conversaciones”.

A pesar de la falta de apoyo parlamentario y del breve plazo que media hasta la fecha prevista para comenzar la salida de la Unión, el portavoz de May dijo el miércoles que el Reino Unido dejará el bloque en la fecha prevista del 29 de marzo. No obstante, la humillante derrota del martes, cuando el acuerdo con la Unión Europea fue masivamente derrotada por una diferencia de 230 votos, pareció poner fin a la estrategia de May en estos últimos dos años para forjar un divorcio amistoso, en el que un periodo de transición daría paso a una política comercial británica independiente, manteniendo vínculos estrechos con la UE.

Por lo pronto, Francia y Alemania avisaron el miércoles que no renegociarán el pacto alcanzado con Londres. La ministra francesa para Asuntos Europeos, Nathalie Loiseau, aseguró que Francia podría retrasar el Brexit, si así lo piden las autoridades en Londres, pero que no estaría dispuesta a renegociar el acuerdo. Por su parte, la Canciller alemana Angela Merkel dijo en una reunión a puerta cerrada de la Comisión de Exteriores del Bundestag que tampoco prevé que haya una renegociación del pacto alcanzado de diciembre pasado. Sin embargo, según informó Reuters, Merkel no descarta que se puedan producir clarificaciones en torno a algunos puntos de la relación futura de Reino Unido con la UE.

En junio de 2016 la mayoría de los electores británicos se pronunció a favor de la salida de la Unión Europea como rechazo al modo de actuar elitista e inconsulto de la UE. El voto antieuropeo fue también fogoneado por el Partido para la Independencia del Reino Unido (UKIP, por su nombre en inglés) y por numerosos oportunistas dentro del propio Partido Conservador, así como por grupos financieros especulativos. Sin embargo, nadie tenía un plan para el período post-referendo y el gobierno de Theresa May, que asumió después del voto, fue a negociar con sus pares europeos y con la UE, sin tener una idea clara de qué ofrecer y qué exigir. El resultado fue el acuerdo firmado en diciembre pasado con cláusulas contradictorias e insostenibles para la política británica.

Desde entonces chocan tres estrategias: el gobierno conservador defiende el acuerdo firmado y pretende que se implemente a partir del 29 de marzo próximo, aun sabiendo que el Parlamento no aprobará las leyes para ponerlo en práctica. Por el contrario, el líder laborista Jeremy Corbyn quiere llegar rápidamente al gobierno, para controlar la transición hacia la salida. Finalmente, fuerzas diversas (entre ellas también muchos laboristas) abogan por repetir el referendo, en la esperanza de que la mayoría del electorado se decida ahora por permanecer dentro de la UE.

Tanto la salida no reglada como la revisión del voto de 2016 ocasionarían graves desórdenes económicos y una fuerte pérdida de soberanía, pero la inmensa mayoría del establishment prefiere el suicidio a habilitar la llegada al poder del “populista” Corbyn. Mejor destruir el reino que democratizarlo.

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