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La crisis del Imperio se prolonga y profundiza

Los comicios de medio término han agudizado la división interna de la sociedad norteamericana, generando gran incertidumbre sobre su conducta internacional

por Eduardo J. Vior

Eduardo J. Vior

Aunque aún faltan resultados definitivos en algunas circunscripciones, ya está claro que los comicios legislativos y estaduales del martes 6 han dejado vencedores y perdedores en ambos campos políticos, que han fracturado todavía más al país y que el presidente Donald Trump se propone usar esa fisura, para victimizarse y convertir la elección presidencial de 2020 en un plebiscito. Lamentablemente, si el conflicto interno estadounidense no se resuelve, se desviará en múltiples “batallas por delegación” en que otros países y regiones serán víctimas de esta guerra civil larvada.

Los candidatos demócratas recuperaron la mayoría en la Cámara de Representantes y ganaron algunas gobernaciones estaduales, aunque menos de las que esperaban, pero los republicanos conquistaron más bancas senatoriales de las previstas. Gracias a su triunfo los demócratas recuperan un cierto control legislativo sobre la gestión del presidente, pero los republicanos han aumentado su presencia en el Senado, con lo que podrán nombrar funcionarios, jueces y convalidar la política exterior del presidente.

Al perder el control de la cámara baja, Trump ha retrocedido, pero menos que otros presidentes anteriores en elecciones de medio término. Desde un comienzo Trump presentó las elecciones de medio término –se eligieron 435 diputados, 35 senadores y 36 gobernadores— como un referéndum sobre su gestión. Fue una jugada riesgosa, pero el presidente se metió con todo en la campaña y salió a apoyar a los candidatos republicanos en estados clave. Incluso llegó hasta a elogiar al texano Ted Cruz, a quien había insultado duramente en las primarias de 2016, permitiéndole ahora ganar muy ajustadamente al ascendente demócrata Beto O´Rourke y así asegurar el control del Senado. Hacia el final de la campaña el presidente se concentró casi exclusivamente en apoyar a aquellos republicanos que asegurarían una victoria en el Senado y tuvo éxito. Además, confirmó que su mensaje antinmigrante tiene una enorme fuerza movilizadora entre los votantes republicanos.

Sin embargo, el plebiscito sobre el modelo de nación que Trump quiere construir quedó indeciso. Antes de las elecciones la mayoría de los analistas y consultores predecían que los republicanos mantendrían el control del Senado, pero sólo pocos preveían que ganaran una, quizás dos bancas más. Finalmente, conquistaron tres sitiales más. Connotados demócratas, como Heidi Heitkamp, Joe Donnelly y Claire McCaskill perdieron sus puestos. Por el contrario, el republicano Dean Heller perdió la banca por Nevada. Aunque todavía faltan resultados definitivos de tres candidaturas, puede afirmarse que Mitch McConnell seguirá siendo el jefe de una mayoría senatorial republicana de, por lo menos, 52 a 48.

Esta elección ha devuelto a Estados Unidos un gobierno dividido en el que oficialismo y oposición pueden bloquearse mutuamente. Con su nueva mayoría demócrata, la Cámara de Representantes controla el presupuesto y, por lo tanto, puede frenar programas impulsados por el gobierno. Como quien controla la Cámara puede elegir a los presidentes de sus comités, los demócratas estarán en condiciones de obligar a testigos a comparecer y declarar sobre, por ejemplo, la eventual colusión de Trump con Rusia, sus oscuros negocios y las acusaciones de asedio sexual que pesan sobre el presidente.

Los representantes están incluso facultados, para iniciar el proceso de juicio político contra el presidente, aunque para deponerlo hacen falta los dos tercios del Senado. Casi seguramente la veterana demócrata Nancy Pelosi se convertirá en nueva vocera (presidente) de la Cámara. Sin embargo, la elección ha introducido en dicha sala un cierto reflejo de los importantes cambios sociales y culturales que atraviesan el Imperio. Muchas mujeres, algunas musulmanas o indias y muchas latinas se sentarán por primera vez entre los representantes. Dentro del Partido Demócrata ha crecido la izquierda en sus distintos matices. Pelosi, por lo tanto, tendrá una difícil tarea de coordinación de intereses y orientaciones. Por el otro lado, empero, si los demócratas exageran en su bloqueo del gobierno, pueden hacer el caldo gordo a la victimización del presidente. Donald Trump es un maestro en mostrarse como un pobre perseguido y construir enemigos.

Aunque el presidente mismo no se candidateaba, el juicio sobre su gobierno pesó mucho en la decisión de los votantes. Alrededor de dos tercios de los entrevistados al salir de los locales de votación confirmaron esta apreciación. El 40% declaró que había sufragado en oposición al mandatario, mientras que un 25% lo había hecho para apoyarlo. Sin embargo, el crecimiento económico y la tasa de desempleo más baja desde 1969 fueron finalmente decisivos. Por ello, en sus tuits del miércoles 7 el jefe de Estado se autoelogió copiosamente, celebró el resultado como un “triunfo sensacional” y advirtió a los demócratas que no aprovechen la Cámara para poner obstáculos a su gobierno. Por las dudas, mandó también un mensaje para la interna republicana: “aquellos que trabajaron junto conmigo –tuiteó- hicieron una maravillosa elección. A quienes no, les digo adiós.”

El resultado de las elecciones va a influir directamente sobre la agenda del año próximo. El 41% de los votantes encuestados ubicó el sistema de salud en el primer rango entre sus preocupaciones, muy por delante de la inmigración (23%), la economía (21%) y la portación de armas (11%). Este hallazgo se corresponde con la importancia que sobre todo los candidatos opositores dieron al tema. Según un estudio de la Brookings Institution, el 80% de los postulantes demócratas a la Cámara y el 68% de los aspirantes al Senado del mismo color han colocado el mantenimiento del seguro de salud (“Obamacare”) entre sus prioridades.

Bajo condiciones normales, los analistas podrían festejar el resultado de estas elecciones como la comprobación de la superioridad del sistema norteamericano de “gobierno dividido”: un partido controla el Ejecutivo, mientras que el otro lo equilibra desde el Legislativo. Sin embargo, en el contexto de una sociedad profundamente fracturada, con un movimiento supremacista blanco en crecimiento y un ala izquierda demócrata en avance, el “gobierno dividido” no equilibra, sino que paraliza. EE.UU. debe decidir en los próximos dos años sobre cuestiones cruciales de su vida como nación (aborto, inmigración, seguro de salud, portación de armas, etc.) y el Congreso debe tomar decisiones relevantes. Ya ahora la confrontación sobre valores y normas fundantes de la nacionalidad norteamericana se está trasladando a las calles con grave riesgo para su democracia. Si el Legislativo está paralizado, la situación puede escalar rápidamente.

La división de la mayor potencia del mundo traerá más incertidumbre a la política y la economía internacionales. Cursos cambiantes, contradicciones y falta de interlocutores válidos inducirán a muchos actores internos y externos a probar su suerte en empresas aventureras. El martes 6 el mundo se ha tornado todavía más inseguro e imprevisible.

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