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Bolsonaro, Virrey de la isla Brasil

Eduardo J. Vior

Al integrar su país al nuevo eje EE.UU.-Israel-Brasil, el capitán-presidente acepta el plan norteamericano de desguace de América del Sur y se aísla del mundo.

Por Eduardo J. Vior

Si bien durante su visita a Israel Jair Bolsonaro no anunció –como se esperaba- el traslado de la embajada brasileña a Jerusalén, hizo suficientes gestos de complacencia con la política de Benyamin Netanyahu, como para confirmar públicamente que Brasil se ha sumado a un nuevo eje estratégico junto con Estados Unidos e Israel. Este alineamiento, empero, implica a la mayor potencia de América del Sur en el desguace del subcontinente y la esfuma del concierto internacional.

“Yo amo a Israel”. Al desembarcar en el aeropuerto de Tel Aviv, el presidente Jair Bolsonaro pronunció esa frase en hebreo, para manifestar su estrecha vinculación con el primer ministro Benyamin Netanyahu, quien el próximo 9 de abril busca su quinta reelección en unos comicios por demás reñidos. El martes 2 lo repitió en el monumento de homenaje a las víctimas del Holocausto judío. El domingo Bolsonaro anunció la instalación de una “oficina de promoción de negocios” en Jerusalén, cuya parte oriental está ocupada por Israel desde 1967, pero no reconoció oficialmente la capitalidad de la ciudad santa. Hacerlo habría implicado aceptar la anexión proclamada por Israel en 1981 y chocar con el conjunto de los países árabes y musulmanes que acatan la resolución de la ONU disponiendo que la ciudad sea a la vez sede de los gobiernos de Israel y Palestina. De todos modos, la apertura de la oficina comercial suscitó la inquietud de la Autoridad Palestina y de otros estados árabes.

Si bien el mandatario brasileño había anunciado el traslado de la embajada hace dos semanas, durante su visita a EE.UU., reculó por temor a dañar los lazos comerciales con los países árabes. Aunque los ideologistas en su círculo más cercano apoyan mesiánicamente la mudanza, el área económica “no está interesada al menos por ahora”, porque teme perder el monumental negocio de venta de carne halal (que cumple con las leyes del Islam) a los países árabes, y los militares, a su vez, quieren preservar la tradición diplomática brasileña de equidistancia entre árabes e israelíes.

Si bien el mandatario brasileño había anunciado el traslado de la embajada hace dos semanas, durante su visita a EE.UU., reculó por temor a dañar los lazos comerciales con los países árabes

El intercambio comercial con los árabes es muchísimo mayor que con Israel. Brasil tuvo en 2018 un superávit comercial con todo Medio Oriente de 4500 millones de dólares y un déficit de 850 millones con Israel. Desde hace décadas Brasil ha venido trabajando para tener relaciones con ambos bandos. Sin embargo, en el último tiempo ha empezado a votar con Israel en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Por su parte, un equipo de rescate israelí asistió a las víctimas de la tragedia de Brumadinho en enero pasado.

Junto con el presidente viajaron el canciller Ernesto Araújo, el general Augusto Heleno, ministro del Gabinete de Seguridad Institucional, el almirante Bento Albuquerque, titular de Minas y Energía, y el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, brigadier Raúl Botelho. Luego del primer encuentro en el aeropuerto de Tel Aviv los líderes mantuvieron otros en Jerusalén, donde firmaron varios convenios sobre defensa y seguridad cibernética. En tanto, Israel informó que la petrolera estatal Petrobras participará en licitaciones para explotar gas y petróleo.

A su vez, el ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Ernesto Araújo, se reunió con su par israelí, Yisrael Katz, quien le pidió que Brasil implemente medidas políticas y económicas contra Irán, para que éste detenga su programa nuclear y deje de apoyar al “terrorismo internacional”. Con esta mención el canciller israelí se refirió al partido libanés Hizbulá, al que norteamericanos e israelíes acusan también de tener células secretas en las Tres Fronteras entre Argentina, Brasil y Paraguay.

El intercambio comercial con los árabes es muchísimo mayor que con Israel. Brasil tuvo en 2018 un superávit comercial con todo Medio Oriente de 4500 millones de dólares y un déficit de 850 millones con Israel

Como parte de los acuerdos firmados, el gobierno israelí enviará un representante a Brasil para trabajar sobre trata de personas, lavado de dinero, comercio de armas y drogas, delitos informáticos, seguridad nacional y seguridad de infraestructura.

Bolsonaro retorna anticipadamente a Brasil este miércoles, tras cancelar una visita que haría a una ciudad cercana a Jerusalén, donde se encontraría con 250 brasileños que viven en el país. No se dieron razones para el adelantamiento del regreso, pero se supone que está relacionado con las negociaciones parlamentarias para la aprobación de la reforma provisional, considerada central por el gobierno derechista.

Mayores interrogantes aún despertó la permanencia en Brasil de los 130 “auxiliares humanitarios” del ejército israelí que llegaron en enero para, supuestamente, asistir a las víctimas de la rotura de la represa de Brumadinho, en Minas Gerais. El secretismo rodea esta presencia militar, ya que la misión trajo consigo equipamiento para escuchas, radares y otros medios de guerra que, según denuncias, se utilizarían en acciones contra Venezuela. Otras versiones, empero, ven la misión como enfocada contra la minoría chiíta en la Triple Frontera, a la que se acusa de albergar células secretas de Hizbulá.

La factura por este aislamiento llegará, cuando EE.UU. se cobre con la colonización de la Amazonia

Al avanzar en la alianza con EE.UU. e Israel, el gobierno de Jair Bolsonaro rompe con la tradición brasileña de alianza con los norteamericanos, pero preservando una autonomía política y diplomática que le permitía al mismo tiempo intervenir como mayor potencia regional en América del Sur, manteniendo lazos pacíficos con Argentina, y proyectarse como factor ordenador del Atlántico Sur.

Con el nuevo giro Brasil se aísla del continente, pierde peso frente a África y se compromete con un alineamiento ideológico dirigido a fragmentar el Sur global en un sinfín de republiquetas débiles fácilmente colonizables. La factura por este aislamiento llegará, cuando EE.UU. se cobre con la colonización de la Amazonia, objetivo bicentenario del país del norte. Quizás entonces sea demasiado tarde para defender la soberanía y la integridad territorial de Brasil.

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