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Ante Venezuela EE.UU. está entre la catástrofe y el ridículo

Al amenazar con ingresar violentamente la “ayuda humanitaria”, Washington se somete a la obligación de tener éxito y hacer un desastre o recular y quedar desprestigiado

por Eduardo J. Vior

Eduardo J. Vior

En las dos primeras semanas luego de la autoproclamación de Juan Guaidó como “presidente encargado” de Venezuela pareció que Donald Trump concitaba un amplio apoyo internacional para su intento de remplazar a Nicolás Maduro en el Palacio de Miraflores. Sin embargo, la reticencia de poderosos actores internos y externos y el rechazo de los neoconservadores que controlan el gobierno a cualquier negociación están dejando al jefe de la Casa Blanca sin opciones. Si pretende forzar la entrada de los contenedores, chocará con el ejército venezolano apostado en la frontera. Si, por el contrario, sólo amaga y vocifera, quedará en ridículo y sufrirá una enorme pérdida de poder. Sólo el diálogo puede salvar a EE.UU. del ridículo y a Venezuela de la destrucción, pero para llegar al mismo todas las partes deben hacer los deberes.

A EE.UU. los golpes le llegan de los ángulos menos pensados. En una entrevista dada a la agencia Bloomberg el pasado domingo, el vicepresidente de Brasil, Hamilton Mourão aclaró que «para Brasil es difícil en este momento (…), especialmente debido a problemas presupuestarios, desconsiderar la energía que llega [de Venezuela]». Es que el general de cuatro estrellas representa en el Planalto a un Alto Mando militar dividido entre partidarios y adversarios de la intervención en Venezuela.

Entre tanto, Nicolás Maduro anunció el viernes pasado que el día anterior habían arribado a su país 933 toneladas de medicinas de China, Rusia y Cuba”. “Las pagamos con nuestro dinero, aclaró, porque no somos mendigos de nadie». El presidente de Venezuela también informó que su país se encuentra en conversaciones constantes con la ONU para comprar medicamentos y alimentos y aseguró que pidió una ayuda «especial».

Al mismo tiempo que entregaban ayuda, China, Rusia y decenas de países se comprometieron ese mismo jueves 14 a defender al gobierno legal en la ONU. Acompañado por representantes de esas naciones, el canciller de Venezuela, Jorge Arreaza, presentó una declaración conjunta denunciando la violación de principios básicos como el respeto de la soberanía nacional y criticó las sanciones y amenazas norteamericanas.

También India anunció el miércoles 13 que pese a la prohibición de EE.UU. seguirá comprando petróleo venezolano. Después de que el ministro de Petróleo de Venezuela, Manuel Quevedo, visitara de sorpresa India y prometiera aumentar los suministros de hidrocarburos, el martes 12 el Consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton, advirtió contra dichas operaciones comerciales. No obstante, el portavoz del Ministerio de Exteriores indio declaró el jueves que «la India y Venezuela disfrutan de relaciones cercanas y cordiales». Por su parte, Reuters informó el viernes 15 que Nueva Delhi pidió a un comprador indio de petróleo venezolano que, al pagar a PDVSA las importaciones, esquive el sistema financiero bajo control norteamericano (Swift).

Por su parte, Cuba advirtió el miércoles 13 que poderosas unidades aeronavales de EE.UU. se están desplazando por el Caribe, para rodear y agredir a Venezuela y proclamó su solidaridad con la nación suramericana.

Después de que con una neta superioridad del chavismo el martes 12 gobierno y oposición volvieron a medir fuerzas en sendas manifestaciones masivas y pacíficas en las calles de Caracas y las principales ciudades, el autodesignado presidente alternativo Juan Guaidó debió prometer para mantener su credibilidad que la llamada “ayuda humanitaria” norteamericana entrará al país el próximo 23 de febrero. En tanto, en su discurso en Florida el pasado lunes 18 el presidente Donald Trump confirmó la cita e invitó a los militares venezolanos a derrocar a Nicolás Maduro, si no quieren ser castigados por su lealtad.

Por su parte, tampoco el presidente Nicolás Maduro la tiene fácil. Si bien mantiene el apoyo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), de la mayoría de las instituciones, de sus aliados cubanos, iraníes, rusos y chinos y una base popular altamente movilizada, recibió una severa advertencia del Sumo Pontífice, cuando éste, en una carta del 7 de febrero pasado -publicada sin desmentida por Corriere della Sera el miércoles 13- respondió al pedido de mediación papal del líder venezolano. En tres páginas dirigidas al “excelentísimo Señor Nicolás Maduro Moros” (sic) y firmadas como “Francisco”, el Papa refiere sus numerosos intentos para acercar al gobierno y la oposición venezolana. Sin embargo, admoniza, “todos los diálogos se interrumpieron, porque no se puso en práctica lo acordado en las reuniones”.

No obstante, el Pontífice reafirma su disposición a facilitar el encuentro entre las partes. “Pero no cualquier diálogo, precisa, sino aquél que se entabla, cuando las diferentes partes en conflicto ponen el bien común por encima de todo otro interés y trabajan por la unidad y la paz”. Raudamente los medios hegemónicos interpretaron la publicación como un rechazo papal a los pedidos de mediación por parte de Maduro. Sin embargo, la reprimenda no cierra la puerta al diálogo y el tirón de orejas cabe a ambas partes.

A diferencia de asonadas anteriores, Guaidó tiene un importante respaldo de masas, el apoyo de medio centenar de países y un hálito de legalidad, pero no controla institución ni territorio ni fuerza armada alguna. Depende completamente de su capacidad para producir hechos mediáticos y de la eventual división del oficialismo. Sin embargo, éste se muestra unido, movilizado y combativo, mientras que la oposición no ha obtenido resultados concretos.

Por ello es que, obediente a Washington, se ha metido ahora en el atolladero del 23 de febrero. Convocando al festival en la frontera, norteamericanos y opositores venezolanos esperan reunir masas suficientes, como para desestabilizar el férreo control de la FANB en el confín y con atentados de falsa bandera justificar la invasión, pero la respuesta de Caracas redobló la apuesta. Al congregar a cientos de miles de seguidores en otro festival del lado venezolano complica los planes de invasión y amenaza con convertir la competencia militar en un concurso de públicos enfervorizados. No elimina, ciertamente, el riesgo de que los paras colombianos provoquen atentados, pero reparte las responsabilidades.

Si no flaquea el apoyo militar a Nicolás Maduro y Juan Guaidó sigue sin mostrar resultados de su alzamiento, sonará la hora en que el Papa Francisco pueda llamar nuevamente a la mesa de negociaciones. Tanto para Maduro como para Trump sería una magnífica alternativa, pero antes todos los actores deberán hacer los deberes y abandonar astucias inconducentes.

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