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Ahora Trump escucha la advertencia que llega del frío

El Comando Sur está perdiendo la batalla de Venezuela por la complicidad de la DEA, el Mossad y las oligarquías suramericanas con las mafias de la droga

por Eduardo J. Vior

Eduardo J. Vior

Nicolás Maduro recibió del Departamento Central de Inteligencia (GRU, por su sigla en ruso) del Estado Mayor Conjunto de Rusia la advertencia de que se preparaba un alzamiento militar en su contra y la escuchó. Alentó a su entorno inmediato a prometer a EE.UU. que darían un golpe para derrocarlo, impidió los movimientos de los oficiales verdaderamente envueltos en el alzamiento, forzó el adelantamiento de la medida y el pasado martes 30 dejó a Leopoldo López y Juan Guaidó a la intemperie frente a la base aérea de La Carlota, en la cheta Zona Este de Caracas, con sólo 30 efectivos a su mando. Luego les permitió retirarse. Mejor tener al líder escuálido encerrado en la embajada española que en la calle. La conducción bolivariana sigue jugando al desgaste progresivo de la oposición, antes de proponerle negociaciones.

Mike Pompeo también recibió una advertencia, pero del propio Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, quien le avisó que conocían todos los movimientos de la inteligencia norteamericana en Venezuela. Pero no lo escuchó y cayó en la trampa que le tendió la inteligencia rusa. En sucesivas y contradictorias declaraciones el día miércoles Pompeo, Abrams y Bolton demostraron que habían sido sorprendidos, que carecían de adecuadas informaciones sobre la realidad venezolana y que carecían de mando unificado.

Es que la lucha por el poder dentro de Estados Unidos y la complicidad de la DEA con el narcotráfico y los concomitantes negocios del gobierno israelí desarticulan los planes de Washington para el continente y le hacen cometer demasiados errores evitables.

Quien día a día lidia con los efectos destructivos de la estrechísima imbricación de servicios norteamericanos e israelíes con el narcotráfico es el jefe del Comando Sur (SouthCom), el almirante Craig Faller, quien, durante su viaje a Colombia y Ecuador el 24 y 25 de abril pasados, constató el efecto diluyente que los negocios criminales están teniendo entre sus propias fuerzas y las de sus aliados.

En Bogotá, su primera estación, se reunió con el presidente Iván Duque, su embajador, Kevin Whitaker; y funcionarios civiles y militares del gobierno colombiano. Allí Faller confirmó que Colombia es un aliado prioritario de EE.UU., pero urgió a sus anfitriones a combatir seriamente el narcotráfico. Al hacerlo, se hizo eco de la fuerte acusación que pocos días antes profirió Donald Trump contra Duque por no hacer “nada” para combatir el flagelo, advirtiéndole que este negocio creció un 50% en EE. UU. desde que el presidente colombiano está en el cargo.

Durante la visita del comandante estadounidense se realizó en Bogotá la Conferencia Multilateral de Fronteras 2019 que contó con la presencia de altos mandos militares de Colombia, Perú, Ecuador, Brasil y EE.UU. El almirante siguió su periplo por Ecuador, el recién recuperado aliado, donde acordó trabajar juntos en la lucha contra el narcotráfico y la pesca ilegal que navíos chinos estarían realizando en la costa del país.

Con estas inspecciones el jefe militar quiso dar la impresión de tener el control sobre las operaciones norteamericanas en los países aliados. Sin embargo, la realidad es la contraria: el crecimiento de la producción de droga en Colombia bajo la presidencia de Duque, la extendida corrupción en el gobierno de Lenin Moreno, los publicitados vínculos entre la DEA, la Mossad y el narcotráfico en Argentina, Paraguay y Brasil, demuestran que la llamada “guerra contra las drogas” sólo está logrando que la producción y el tráfico aumenten y abarquen cada vez más territorio, afectando a crecientes porciones de la población suramericana. Los funcionarios norteamericanos intervinientes, en tanto, se limitan a mejoran el negocio manipulando la oferta.

La prensa norteamericana y sus acólitos continentales acusan a la República Bolivariana de estar controlada por una red de narcotráfico en colusión con la guerrilla colombiana del ELN, a la que estaría asociada (a través del Ministro de Producción Tarek Al Aissimi) la organización libanesa Hizbolá. Sin embargo, a falta de pruebas fehacientes, la acusación suena más bien al grito de “al ladrón, al ladrón” proferido por quien acaba de saquear el tesoro de un Banco cualquiera.

Que en el gobierno bolivariano hay casos de corrupción y que en los últimos años la conducción bolivariana ha sido incapaz de conducir la economía de su país son dos verdades que no disminuyen un ápice la responsabilidad criminal de Washington, al aplicar sanciones brutales que afectan ante todo a la población civil. Sin embargo, el gobierno de Donald Trump no quiere ni puede combatir el narcotráfico, porque la elite de Washington aprovecha la pavorosa epidemia de adicción que azota a su país, para debilitar las energías protestatarias y porque sus agencias y aliados están metidos en el mismo hasta el cuello. Ante las urgencias que imponen intereses criminales contradictorios es ilusorio pensar que su virrey regional pueda ejecutar una estrategia consistente y coherente. La falta de realismo con la que se planificó y ejecutó la llamada “Operación Libertad” lo demuestra.

Para justificar su fracaso, el secretario de Estado Pompeo, el consejero de Seguridad Nacional Bolton y el encargado para Venezuela Abrams cayeron ante la prensa en justificaciones absurdas: Maduro se puso al frente de la represión “porque los rusos lo obligaron”, “la inteligencia cubana anuló los focos de resistencia en las fuerzas armadas venezolanas” y “el pueblo no se movilizó por miedo a la represión”. En los tres casos los funcionarios de EE.UU. dan cuenta de la superioridad rusa, cubana y del gobierno de Caracas.

Cuando antes del intento de golpe Lavrov habló con Pompeo, éste no escuchó las advertencias rusas. Sacando las conclusiones correctas, el viernes 3 Donald Trump llamó a Vladímir Putin, para hablar sobre Corea, Ucrania y … Venezuela. Es de esperar que esta vez los norteamericanos escuchen y empujen a sus mandados a la mesa de diálogo. De impulsar a Maduro ya se encargan Moscú y La Habana.

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